El mayor diferencial de Uruguay en el mundo es su democracia sólida y ejemplar. Ese capital institucional no se conserva por inercia: requiere cuidado permanente y una cultura republicana activa.

En una república, las pequeñas desviaciones importan. La transparencia, el control público y el buen gobierno corporativo son condiciones para sostener la confianza. Se necesita más apego a la ley y menos dependencia de la política, entendida como discrecionalidad.

La tecnología puede ampliar los mecanismos de participación directa, siempre dentro de un sistema de pesos y contrapesos firmes, donde la innovación fortalezca —y no sustituya— a la república.